viernes, 14 de noviembre de 2014

Comentario del Evangelio del Domingo 16 de Diciembre

Julio César Rioja, cmf

Queridos hermanos:

La parábola de los talentos nos habla de un hombre que dejó a sus empleados encargados de sus bienes y a cada cual le dio según su capacidad. Cada hombre tiene por tanto unas capacidades con las debe desenvolverse en la vida, poniéndolas siempre a trabajar. Poco importa la cantidad que recibió cada uno, sino el esfuerzo para aumentar esa cantidad. Es verdad que todos los hombres no tienen las mismas capacidades y sobre todo oportunidades, pero aquí no se nos quiere hablar de la desigualdad. Se habla de que todo hombre por el hecho de ser hombre, nace con un caudal de vida y cualidades que se deben desarrollar. Lo que nos dan los genes, la educación y el medio ambiente, es sólo un punto de partida para crecer. La vida y la fe son pues algo dinámico.

El tercer empleado recibió su talento y lo escondió bajo tierra, esperando pasivamente a su señor. Además trata de justificar su proceder: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. Tiene miedo al
propietario, en realidad tiene miedo a vivir, por eso fue tratado de: “negligente y holgazán”. El miedo a asumir las propias responsabilidades, nos lleva a una forzosa resignación, a ocultar nuestras capacidades y no poner en común nuestros talentos. Nos lleva como diría Erich Fromm a tener: “miedo a la libertad” y este es un gran tema de hoy. El Reino y la vida es riesgo, no dejarse llevar por la rutina, la comodidad, la pereza o una  actitud conservadora que no quiere ningún tipo de problemas.

Los dos primeros no buscan su bienestar, no guardan para sí, no se encierran en sí mismos, no calculan, sin buscar meritos trabajan para que las capacidades que Dios les ha dado rindan para el Reino. Hasta tal punto es cierto todo esto, que el propietario, al recibir las ganancias de los dos empleados les dice que han: “sido fieles en lo poco”. Esto significa que han hecho lo normal, lo que podían y debían hacer, que aquello no fue un acto de heroísmo, arriesgaron para crecer como hombres que es simplemente lo que se debe hacer: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

El evangelio de hoy nos obliga a revisar nuestra vida, la privada, la social y la cristiana. Es mucho lo que hemos recibido, pero nuestro cometido no es solamente recibir, es hacer crecer y fructificar lo recibido. Si el Reino es lo único esencial, eliminemos el miedo y la fijación en conductas anteriores para lanzarnos por los nuevos caminos que hoy corresponden al grado de madurez del hombre, la Iglesia y la sociedad moderna. No es cierto que todo lo antiguo sea malo, ni que hay que empezar de cero, Dios nos dio nuestras capacidades desde el momento en que nacimos, pero tampoco es cierto que todo lo antiguo o lo que ya tenemos es suficiente y hay que guardarlo. Es exigencia del Reino duplicar su valor, con coraje, con dedicación y con responsabilidad histórica, social y eclesial.


Dice el Papa Francisco en “La Alegría del Evangelio”: “Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte en momias de museo. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como el más preciado de los elixires del demonio. Llamado a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior” (nº 83). Y muchos dicen: ¿para qué esforzarse tanto si no sirve para nada?, no se pueden cambiar las cosas, mejor quedarse como estamos, escondamos nuestras capacidades. Qué distinto, en este día que en algunos lugares celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, del esfuerzo de muchos hermanos nuestros: laicos, religiosos, sacerdotes, obispos… que han tomado con seriedad evangélica su responsabilidad de dar frutos para la construcción del Reino. Ya sabemos que en él, toda semilla pequeña debe llegar a ser un árbol gigantesco.

(Fuente: ciudadredonda.org)

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