No es carmelita en sentido estricto, pero la Orden del
Carmen lo celebra con toda propiedad como a hijo querido por haber sido su
Legislador.
Nació en Castel Gualtien, diócesis de Reggio Emilia
(Italia), a mediados del siglo XII de la familia Avogadro o de los condes
Sabbioneta. En 1180 fue elegido Prior de los Canónigos Regulares de
Santa Cruz de Mortara (Pavía). En 1184 es elegido obispo de Bobbio y al año
siguiente de Vercelli, diócesis que gobernó por espacio de veinte años. Durante este tiempo desempeñó, con gran acierto,
delicadas misiones nacionales e internacionales, encargado por papas y
emperadores. Todos acudían a él, sabedores de su prudencia, firmeza e
independencia.
Fue lo que suele llamarse "experto árbitro" de
los más intrincados litigios que tenían relación con la Iglesia. Dadas sus cualidades y mirando el bien de la Iglesia
universal, el papa Inocencio III lo
nombró Patriarca de Jerusalén , aunque le
dolió perder este sujeto, del que dijo en 17.2.1205:"... aunque nos eres
muy necesario en la región de Lombardía, pues confiamos plenamente en ti para
que nos representes incluso en los más difíciles asuntos"...
El 16/06/1205 anunciaba este mismo papa a los prelados de
Tierra Santa que les enviaba a Alberto, "varón probado, discreto y
prudente como legado suyo para la provincia eclesiástica de Jerusalén".
Llegó a Palestina a principios de 1206 y fijó su
residencia en Accón (San Juan de Acre) porque Jerusalén estaba ocupada por los
sarracenos. Sus extraordinarias cualidades de experto mediador
también las ejercitó con fruto durante los nueve años que duró su patriarcado.
Para nosotros - los carmelitas - su obra más benemérita
fue la entrega de la Regla o Norma de vida que lleva su nombre y que aún hoy
observa el Carmelo en todas sus múltiples Ramas.
El 14/09/1214, en Accón, mientras participaba San Alberto
en una procesión, fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu
Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo a causa de su mala vida.
Su recuerdo, que comenzó a celebrarse en la Orden en
1504, celebramos ahora el 17 de septiembre con la categoría de fiesta.
Su espiritualidad
Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas
bíblicas, la tradición monástica del Carmelo. Son normas concretas y
prescripciones disciplinares. insiste, sobre todo, en la meditación de la
Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio,´
mortificación y trabajo. La entregó en un solo cuerpo, pero hoy la tenemos
dividida en un prólogo, dieciocho capitulillos y un epílogo.
Cantidad enorme de autores de dentro y fuera de la Orden
han comentado durante estos más de siete siglos que cuenta de vida, este
maravilloso documento legistavio-espiritual.
Muchos hombres y mujeres se santificaron observando esta
Regla, que fue aprobada y transformada por varios Pontífices.
La Regla de San Alberto
La norma de vida de San Alberto, dada a los Carmelitas
entre los años de 1206 y 1214, y aprobada definitivamente como verdadera y
propia Regla del Carmen por Inocencio IV en el año 1247, ha tenido algunas
mitigaciones no incluídas en el texto. Santa Teresa en el siglo XVI, intenta
volver a la pureza original de la Regla, suprimiendo las mitigaciones, pero
acepta plenamente la vida comunitaria y fraterna, aun conservando el espíritu
eremítico.
La Regla Carmelita afirma que es fundamental: "vivir
en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena
conciencia" (n.2). Para vivir siguiendo las huellas de Jesucristo los
Carmelitas se dedican más especialmente a:
• desarrollar
la dimensión contemplativa del ser humano abriéndose al diálogo con Dios
• tratarse
como hermanos con caridad plena
• meditar día
y noche la Palabra del Señor
• orar juntos
o solos muchas veces al día
• celebrar
cada día la eucaristía, no como rito, sino con lo que está significa:
actualizar la entrega de Cristo, en una comunidad de hermanos sentados a una
misma mesa.
• trabajar con
las propias manos, como el apóstol Pablo para ganarse el sustento y ayudar a
los necesitados.
• purificarse
de toda mancha de pecado
• vivir
pobremente, poniendo en común los pocos bienes
• amar la
Iglesia y a todas las gentes
• conformar la
propia voluntad con la de Dios buscada en la fe con diálogo y discernimiento
La Regla Carmelita es la más breve entre las Reglas
conocidas, y compuesta casi exclusivamente de preceptos bíblicos. Aun hoy es
rica de inspiración para la vida.
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