Queridos hermanos:
Hay un mendigo en la puerta, (de la parroquia, del
Carrefour…), tiene nombre, se llama Lázaro. Ponerle nombre es mucho, se supone
que alguna vez me he parado, no sólo le he echado unas monedas distraídamente,
he aprendido a llamarlo. Es verdad que dar una limosna al que está en la calle,
no hace sino reproducir la mendicidad, pero también es verdad que acercarse,
preguntar por sus llagas, es iniciar un camino en busca de la dignidad.
El rico (al que hemos llamado Epulón, aunque el
evangelista no le pone nombre, cosas de San Lucas), no hace mal alguno, más
aún, puede que piense que los bienes de los que disfruta, son signo de la
bendición de Dios para los justos y la pobreza y la enfermedad, son signos de
la maldición de Dios para los pecadores. La parábola nos habla de algo más
fuerte, primero de la insensibilidad ante el sufrimiento. La buena vida, la
abundancia: “el lino y la púrpura”, nos suelen hacer ciegos ante el dolor
ajeno.
Lo segundo, es que Jesús cuenta la parábola en el marco
del Juicio de Dios, en la misma línea de la primera lectura de Amós: “Pues
encabezarán la cuerda de cautivos y se acabará la orgía de los
disolutos”.
Visto como se plantea, parece que la pobreza salva automáticamente y la riqueza
condena: “Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de
Abrahán. Se murió el rico y lo enterraron. Y, estando en el infierno…”. Pero el
Juicio de Dios, no es un juicio para la otra vida, -esta es la acusación que se
nos hace a los cristianos, de alienar con las promesas para el otro mundo-, es
para aquí y ahora.
Si Jesús pone este ejemplo, es porque quiere la justicia
ya, por eso su constante llamada a la conversión. Esta no llegará si los ricos,
no cambiamos de conducta, no se escapen, somos todos nosotros, aunque no
tengamos grandes cuentas en el banco. Por eso hay que recordarnos, que Dios, es
el Dios de los pobres y que habrá un Juicio final, (repasar Mateo 25), para la
salvación y la condenación. No vale decir es inevitable, siempre ha habido
ricos y pobres, no se puede hacer nada, la igualdad es imposible, esas
justificaciones no sirven.
Dice un refrán: “Dime con quién andas y te diré quién
eres”, creo que no es preciso recordar, que el Juicio de Dios, no son nuestros
juicios de hombre, ni incluso los de la Iglesia. En demasiadas ocasiones somos
muy benevolentes con los corruptos, defraudadores, explotadores y poco con los
homosexuales, o divorciados vueltos a casar, a estos los negamos la comunión y
a los otros no. Jesús en el evangelio, solía andar con estos que nosotros
consideramos que manchan nuestros principios sagrados, con los Lázaros.
Cada Eucaristía, como la que estamos celebrando hoy, es
un banquete, donde deben caber todos aquellos con los que se juntaba el
Maestro. Las cosas son muy sencillas: pan y vino y una comunidad a su
alrededor. Pero su sentido es precioso, es el signo de la familia de Dios. Un
día habrá mesa, sitio, pan, alegría y gozo para todos. Los mendigos no estarán
sentados en la puerta y se luchará para que todos tengan trabajo y dignidad. No
es nada evidente, que el Reino, nos reúna a todos en esta mesa, pero es lo que
Dios quiere, nos pide y espera.
La Palabra de Dios es clara: “Si no escuchan a Moisés y a
los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”, el muerto ha
resucitado: es Jesús. Él no quiere la injusticia, la explotación, la
desigualdad, el dominio de unos sobre otros. Luchar por la igualdad, por
acortar las diferencias entre ricos y pobres, estar con los excluidos, los
descartados, es la tarea de nuestras parroquias. Todo un reto para el ejercicio
de la caridad en la Iglesia.
PD: Añado un texto para la reflexión de Eduardo Galeano,
“Los nadies”:
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los
nadies con salir de pobres,
que algún mágico
día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a
cántaros la buena suerte;
pero la buena
suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana,
ni nunca,
ni en lloviznita
cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los
nadies la llamen
y aunque les pique
la mano izquierda,
o se levanten con
el pie derecho,
o empiecen el año
cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
(Autor: Julio César
Rioja, cmf)
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