Por José María Martín OSA
1.- "Dad al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios". Esta afirmación de Jesús puede entenderse de
muchas maneras, no siempre concordantes con el sentido que quiere transmitirnos
el Evangelio. Hay quien saca la conclusión de que el cristiano no debe meterse
en política, otros se atreven a decir que la religión es algo que
"pertenece al ámbito de lo privado", hay quien sugiere que hay que
aceptar sin rechistar las decisiones de la autoridad civil, mande lo que
mande...". ¿Cómo debemos entender esta expresión? En primer lugar,
analicemos el contexto: son los herodianos y los fariseos los que quieren meter
en apuros a Jesús. Ambos son colaboracionistas del poder romano dominante, al
contrario de los zelotes o de los saduceos que no aceptan este dominio. Quieren
que tome partido. Jesús no cae en la trampa, porque su mensaje no es
partidista, sino universal y, al mismo tiempo, demuestra que, ante todo, sus
seguidores tienen que ser buenos ciudadanos. Proclama, en cierto modo, lo que
después el Concilio Vaticano II explicó: la autonomía de la fe con respecto al
poder político. En épocas pasadas se unieron las dos realidades y la
consecuencia fue nefasta para la Iglesia, supeditada y dominada por el Estado.
Se dio lugar a una situación de "Cristiandad", en la que difícilmente
podía darse una personalización de la vivencia religiosa.
2. – Comprometidos con nuestro mundo. El
cristiano, no obstante, no debe desentenderse de lo que ocurre en la sociedad,
porque somos ciudadanos del mundo y hemos aceptado el compromiso de
transformarlo según los criterios evangélicos. Hoy se habla mucho de “laicidad”
y "laicismo". En un
sentido positivo, laicidad puede entenderse como
la lógica autonomía y respeto entre lo temporal y lo religioso dentro de un
estado no-confesional. Pero esta autonomía no la entienden bien quienes niegan
cualquier intervención del creyente en lo temporal y reducen su actuación a lo
privado. Entonces caemos en el "laicismo", que trata de encorsetar lo
religioso como algo perteneciente al individuo aislado, negando a la fe
cualquier tipo de expresión o manifestación. Incluso hacen gala de un cierto
odio o persecución hacia todo lo religioso, considerando que hace daño a la
sociedad. Quien esto hace practica un ateísmo confesional, que impide a los
demás manifestar un sentimiento tan humano como es la fe religiosa. La
expresión "A Dios lo que es de Dios" conlleva reconocer qué es lo que
debemos hacer para honrarle y demostrarle nuestro amor: su voluntad es que
colaboremos en la construcción de un mundo más humano y esto implica denunciar
lo que es injusto, eliminar las estructuras injustas de pecado y comprometerse
-tomar partido en el sentido positivo- en todo aquello que realiza al hombre
como persona y le confiere la dignidad de hijo de Dios. El Papa Francisco está
consiguiendo con su magisterio limar las asperezas y el odio hacia la Iglesia
en ciertos sectores. Su mensaje de “Iglesia en salida” y “hospital de campaña”
está calando en la sociedad. Muchos respetan la actuación coherente de nuestro
Papa y esto, sin duda, ayuda a toda la Iglesia. No hace mucho un alto dirigente
de un partido político radical confesaba en privado que él era “muy
bergogliano”.
3. – Trabajar por la humanización de nuestra tierra.
Hemos de crear una conciencia de participación y colaboración en las
estructuras del mundo: trabajo, comunidad de vecinos... La comunidad cristiana
debe ser creadora de comunión humana. Debe participar en lo que hoya se llama
“sociedad civil”. Nuestra profesión de fe debe dar un testimonio de caridad
interna que sea muestra de credibilidad ante una sociedad rota, sectorizada y
dividida. Este testimonio es la base de su acción transformadora. Es una
comunidad humanizadora del territorio donde los hombres pierden el anonimato,
son conocidos por sus nombres, los marginados se integran, se denuncian los
racismos, se trabaja por una sociedad basada en nuevos valores. Dentro de toda
su acción, destaca el servicio a los pobres, como sello de auténtica
evangelización. La comunidad cristiana está llamada a ser la comunidad pública
donde el corazón de Dios sigue latiendo en medio de la sociedad y donde es
posible dar crédito al amor. La cercanía y la comunión humanas tienen que ser
signos de la comunión en la fe. Humanizar el territorio es hacer presente la
salvación, es decir hacer la realidad humana más habitable y más en comunión.
La Iglesia no debe cobijarse en sí misma, sino que debe romper sus fronteras
para encontrar su campo de acción en el mundo donde está situada. Y en él
desarrollar una evangelización tanto por el anuncio explícito de Jesucristo
como por el trabajo por un cambio de estructuras sociales. Conocer la persona y
el mensaje de Jesús supone la salida al mundo para evangelizar y darle una
respuesta cristiana.
4. - Hay que construir una comunidad capaz de
evangelizar a los pobres. La renovación que pide nuestro tiempo es una
conversión clara a los "nuevos pobres" espirituales y materiales y un
compromiso en la transformación de las estructuras de pecado que generan la
pobreza. Para ello es necesario: educar en la fraternidad y solidaridad, algo
fundamental en un mundo que educa en el individualismo y la competencia, y
fomentar las actitudes cristianas de denuncia y compromiso. El cristiano,
llegado el caso, puede hacer "objeción de conciencia", cuando una ley
dictada por el poder atente contra los principios básicos de la fe o de la
dignidad humana. Sería una desobediencia civil. ¿Es esto... meterse en
política?
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