El Adviento es tiempo de esperanza, pero de esperanza responsable y vigilante. Para el antiguo Israel la espera del Mesías significó una larga preparación, no siempre fiel, para sentir la necesidad de un Redentor, que fuera revelación plena y personal del amor de Dios. Para nosotros en la Iglesia, el Adviento significa la responsabilidad y la fidelidad ante el que ha venido como Redentor, pero que volverá un día para coronar en nosotros su obra de salvación en la eternidad.
(Marcos 13,33-37)
Mientras se realiza el retorno de Cristo, toda la vida del creyente ha de dignificarse en la fidelidad y constante vigilancia. El auténtico cristiano es el hombre que vive diariamente el Evangelio, en alerta permanente ante la eternidad, con amor de intimidad a Cristo. El modo como vive el hombre demuestra si se ama a sí mismo o si ama a Dios, que lo ha creado y redimido con destino a la eternidad. Esto supone una aceptación incondicional de Dios como Ser supremo y Creador de todo. Supone fe y actuar en un mundo que muchas veces le es contrario por los males físicos, sociales y morales.
No puede, pues, adormecerse el cristiano. Ha de vigilar constantemente. Nuestro Adviento ha de ser perpetuo. Exige un alerta continua, condicionante de toda nuestra vida en el tiempo. Requiere que siempre el alma esté esperando ansiosa y responsablemente a Cristo, reformador de nuestras miserias.
Para la revisión de vida
Adviento = Advenimiento = Esperanza:
*¿Se puede decir que mi vida espera algún Advenimiento (con mayúscula)?
*¿Es mi vida una vida de esperanza, de tensión, de búsqueda, de utopía, de proyecto histórico? ¿Camino hacia algún sitio, con algún norte? ¿Cuál? Auscultar realmente mi esperanza y hacer el ejercicio tal vez de expresarla por escrito para mí mismo/a.
(Fuente: lecturadeldia.com)
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