Una tarde en las vacaciones de 1921, en la casa del
matrimonio amigo: Conrad-Martius, estando sola, Edith se aburría y para matar
el tiempo, se puso a buscar un libro en la biblioteca familiar; dio con la
autobiografía de santa Teresa de Jesús.
“Comencé a leer, me sentí cautivada inmediatamente y no cese
hasta leer el final. Cuando cerré el libro me dije: “¡Ésta es la verdad!”
Ésta es toda la información que ella nos ofrece sobre aquella
noche decisiva. La suposición es todo lo que nos queda a la hora de
preguntarnos qué es lo que pudo comprender definitivamente en aquellas horas y
qué poder de convicción experimentó. ¿Llegó incluso a reconocerse en la mística
Teresa de Ávila? ¿Encontró ella aquí definitivamente, todas las respuestas a
sus preguntas sobre el nucleo del hombre y sobre la meta de todas sus
nostalgias?
“¡Oh larga y penosa vida! ¡Oh vida en la que no se vive, en
la que todo es abandono y no se encuentra ayuda en lugar alguno!”. Quizás el triste balance de Teresa
le pareció como si fuera su propio diario. “Yo tenía unas ansias locas de vivir, pues
veía con toda clarida que no vivía, que luchaba con una sombra de muerte”.
Al fin Teresa había encontrado a un Dios al que llamaba con todo respeto
“Majestad”
, pero con el que mantenía un trato de amistad. Y algo importantísimo:
para alcanzar a Dios, el hombre no necesita ser superdotado intelectualmente ni
ejercitarse en la mística hasta convertirse en un ángel. El hombre encuentra a
Dios en su propio interior…
Y ese Dios, que es el TODO, había irrumpido ahora con toda
fuerza en la vida de Edith Stein. Él mismo-as{i podemos interpretar la vivencia
que ella experimentó en aquella noche trascendental- hizo desaparecer las últimas barreras que
subsistían en ella…(Continuará).
(Fuente: “Edith Stein: filósofa, judía y carmelita”)
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