viernes, 19 de octubre de 2012

Comentario de las lecturas del domingo 21 de octubre


Ha venido a dar su Vida por la tuya
Is 53,10-11: Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Heb 4,14-16: Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia
Mc 10,35-45: El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos

La primera lectura de hoy, tomada de la segunda parte del libro de Isaías, nos habla de la misión del ‘siervo sufriente’, es decir, de aquel redentor del Pueblo de Dios que ofrece su vida para ver el nacimiento de una nueva posibilidad, de una nueva descendencia. Este poema nos habla más de esperanza, de tenacidad y de lucha que de sufrimiento pasivo o resignación. La misión del siervo del Señor no es ver su cuerpo destrozado, sino servir de puente para las nuevas generaciones de creyentes que se han de inspirar en su particular estilo de vida. Por esta razón la “nueva descendencia” no se refiere, ni en el texto ni en la interpretación cristiana, a los descendientes biológicos, sino a una nueva generación de personas comprometidas con la Causa de Dios en favor de su pueblo, el pueblo pobre, dolorido y oprimido.


El Salmo nos sirve de puente entre la primera y la segunda lectura, al recordarnos que la Palabra de Dios se identifica por su capacidad para ayudarnos a reconocer la verdad. Una verdad que no es un
asunto metafísico o etéreo, sino la encarnación del proyecto de Dios en la historia por medio de la justicia y el derecho.

El escrito a los Hebreos nos insiste en un tema que con frecuencia se nos refunde en la memoria: la mediación de Jesús para comprender el designio de Dios. Si prescindimos de él, de lo que él hizo y de lo que él significa para nosotros, estaremos vaciando al cristianismo de su esencia.

Lucas evangelista –el gran cronista de la iglesia primitiva cuya memoria como santo celebramos precisamente hoy- nos ha dejado una obra en dos tomos, de singular belleza y valor. En su evangelio toma el esquema empleado por los de Marcos y Mateo, pero remonta la primera etapa de la Pascua para descubrirnos cómo el Espíritu se cierne sobre su nueva creación y suscita un dinamismo profético que constituye, congrega y envía al nuevo Pueblo de Dios. El evangelista es consciente de la imperiosa necesidad de recuperar la memoria de las acciones, palabras y trayectoria de Jesús. Las jóvenes generaciones se sentían tentadas por un Jesús que se reducía a una idea, o a una propuesta simpática, pero, aunque esto era un buen comienzo, hacía necesario ir a la verdadera fuente de esa historia, que era la vida misma de Jesús en su célebre camino de Galilea a Jerusalén.

Precisamente una de las enseñanzas de Jesús fue su certera capacidad para develar las ambiciones de poder que se ocultaban en las intenciones aparentemente más buenas, como la de marchar con él hacia su destino. Jesús tiene esa gran capacidad de confrontar a todas las personas, y en el contraluz poner en evidencia todas esas piruetas que hace la conciencia para evadir la voluntad de Dios y dejarse arrastrar por los seudo-valores de la cultura vigente que conducen a la búsqueda desaforada del poder.
Jesús, en el evangelio, nos invita a descubrir cuál es su actitud fundamental, y cuál es, por tanto, la actitud fundamental cristiana, en contraste con la actitud que el "mundo" -el "sistema", si preferís- nos invita a adoptar, que es la que, al fin y al cabo, tenían los discípulos.

Santiago y Juan son gente despierta, que quiere ir adelante. Y por eso Jesús los ama de un modo especial, junto con Pedro. Pero son esclavos del estilo del "mundo", y por eso entienden el ir adelante como un tener buenas posiciones, tener poder y prestigio. E imaginan que la obra de JC será crear una situación nueva, de gente que estará por encima de los demás, porque serán "los buenos", "los fieles", "los seguidores". Gente entregada, ciertamente, gente entregada hasta el sacrificio, pero que piensa en los mismos términos que el "mundo", y que por tanto lo que desea en última instancia es una buena colocación por encima de los demás.

JC les rompe el esquema y les dice que no hay un premio y una colocación final por encima de los demás. Que solamente existe el servicio, y que es a través del servicio como uno se convierte en hombre, y hombre con Dios. Y que esto es lo único que hay que esperar y desear. El servicio, por tanto, no es solamente un conjunto de buenas obras pequeñas de ayuda a los demás. Estas buenas obras, por sí mismas, no son nada, porque quizás las realizamos como "méritos" para obtener un buen puesto. Lo que cuenta es la actitud de servicio como actitud de vida. O sea, el desear una vida gozosa y plena para todos, y orientar toda la propia actividad para conseguirla: en las pequeñas ayudas y servicios, en tener una actitud que descubre lo bueno que hacen los demás en lugar de buscar lo que hacen mal, en no temer a una sociedad que quiere avanzar en libertad y hacia una distribución más justa de la riqueza, en tener un espíritu de Iglesia abierto y no creer que solamente es válida la propia manera de ser cristiano.

El penúltimo domingo de octubre la Iglesia Católica lo celebra como Domingo Mundial («Do-Mund») de las Misiones. La coincidencia de los textos de hoy con el Domund invita a considerar en profundidad la tarea evangelizadora de la Iglesia: ¿puede consistir en otra cosa que en llevar a los hombres el anuncio del misterio de Cristo? "La Iglesia peregrina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga" (Lumen gentium, n. 8, final).
A veces se confunde la tarea misionera específica de la Iglesia con cualquier tipo de ayuda generosa y abnegada a los pueblos y a las personas del llamado Tercer o Cuarto Mundo, al mundo del hambre y de la marginación, etc. Nadie, ciertamente se atreverá a decir qeu hacer esto no sea profundamente cristiano y testimonial. Pero el mandato misionero va más allá de este esfuerzo; envía a dar a todos los hombres lo que todavía se necesita cuando parece que nada se necesita, lo que se necesita siempre y en todo lugar: la definitiva palabra de salvación que llega hasta el corazón del hombre.

El "servicio" de la misión es la actualización del "servicio" que Cristo nos ha hecho "entregando su vida en rescate para todos los hombres". Sin duda es mucho más comprensible y explicable humanamente que un hombre ayude a otro a salir de su hambre o de su opresión, que no que un hombre anuncie el misterio pascual de Cristo. Con todo, "mantengamos la confesión de la fe" (2. lectura del domingo): el misterio pascual de Cristo es el principio de la renovación del hombre y la acción misionera de la Iglesia es, por ello, la acción más "humanizadora", en sentido pleno, según Dios.
Cristo, el Siervo, ha asegurado: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis..." Una Iglesia que vive intensamente la dimensión misionera sabrá acompañar, también con su sufrimiento, a los hermanos misioneros.

Para la revisión de vida
¿Cómo me siento afectado por una sociedad en la que se valora ante todo la imagen, el prestigio, el ser una persona "exitosa", "bien colocada", con dinero y con poder...? ¿Permanezco firme -junto al Evangelio- en mi valoración de que el servicio es realmente el valor verdadero, el que da sentido a nuestra vida?

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