miércoles, 5 de diciembre de 2012

La certeza de la espera


La esperanza sigue de las manos del pueblo de Israel, que meditó sobre la acción de Dios en los pequeños detalles de la vida cotidiana y no en los grandes acontecimientos históricos como lo hicieron los profetas. Por eso fue tan importante tener siempre a mano un poema, una canción, un himno, una lamentación, que tradujesen el sentimiento  del creyente que choca con las crueldades diarias, y que experimenta la fuerza del pecado de la injusticia, en la maldad de los adversarios, en la iniquidad de los tribunales o en las arbitrariedades de los reyes y gobernantes. Por eso los sabios recopilaron todos los dichos que utilizaba el pueblo para meditar las pequeñas grandes verdades del día a día para alcanzar la sabiduría y el temor de Dios.

El Pueblos de Israel avizoraba anhelante el horizonte de la historia y esperaba que Dios se revelara de manera singular y definitiva, como lo había hecho en los grandes acontecimientos del pasado y
en las pequeñas luchas cotidianas.

En el Nuevo Testamento las historias de sus principales personajes, como Isabel, Zacarías, María de Nazaret, José, e incluso de los mismos discípulos de Jesús, son las historias de aquellos que esperan la intervención efectiva e imprevisible del Señor.

Nosotros vivimos igualmente en este tiempo de espera, de irrupción de Dios en la Historia, en la que las realidades humanas se habrán de transformar de manera tal que se haga posible la justicia.
En el ciclo litúrgico del Adviento se convierte en un llamado periódico para que la memoria y la esperanza cristiana no se adormezcan, sino que se mantengan despiertas, porque confían en la intervención efectiva de Dios.
(Fuente: “Diario Bíblico 2012”)

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