lunes, 31 de diciembre de 2012

Tres palabras para orar en esta “Nochevieja”


Gracias, Señor:
ü  Por haber llegado al ocaso de este año creyendo, confiando y amándote a Ti. Fueron muchas veces las que tonificaste mi fe, encorvado por el desánimo. Y no pocas las que corriste a mi encuentro. Siempre sentí el calor de tu mano, aun en plena oscuridad.
ü  Gracias, también por esa otra fe –no menos necesario ni difícil- que he conservado: me refiero a la fe en mis hermanos/as.
ü  Gracias por las ayudas, compañía y la alegría que me han brindado.
ü  Gracias por los ojos que me miraron con ternura.
ü  Gracias por tantos labios cuyas palabras y las sonrisas que me alentaron.
ü  Gracias por tantos oídos que, no solo me oyeron, sino que me escucharon.
ü  Gracias por el éxito que me estimuló y por aquel fracaso y aquella desilusión.
ü  Gracias Señor, por tanto como he recibido; que no fueron méritos míos, sino dones tuyos…
ü  Gracias, incluso, por aquel ser querido que perdí. Tú sabes bien, Señor, qué difícil  me resultó aceptar esto. Hoy en esta Noche, no sólo lo acepto, sino que hasta te lo agradezco, pues me acerco más a Ti.
Perdón, Señor:
ü  Por la palabra que callé.
ü  Por esa mano que no tendí.
ü  Por la mirada que escatimé.
ü  Por el saludo que negué.
ü  Por la mirada que desvié.
ü  Por la alabanza que no regalé.
ü  Por la disculpa que no pedí.
ü  Por los oídos que no presté.
ü  Por ese gozo que no compartí.
ü  Por tanta lágrima que no sequé.
ü  Por esa verdad que omití.
ü  Por ese “yo” que tanto se autoprefirió.
ü  Por tantas veces, Señor, cómo me marché de Ti o no te abrí.
Ayúdame, Señor:
ü  Ayúdame por que he cerrado un volumen de mi vida y debo comenzar otro.
ü  Ayúdame a a no emborronar o malgastar las mismas o ás páginas.
ü  Ayúdame en mis éxitos, para que no se me suban a la cabeza. Para que no entre en delirios de estúpida autosuficiencia. Para que te lo atribuya a Ti y los utilice como instrumento de trabajo para servir mejor a mis hermanos.
ü  Ayúdame en mis bajones, cuando tenga la sensación de no tener ni meta ni brújula ni horizonte.
ü  Ayúdame cuando crea que ya no puedo más.
ü  Ayúdame cuando mis redes salgan continuamente vacías.
ü  Ayúdame cuando me duerma… me adormezcan tantas y tantas drogas hacías las que demuestro no poca dependencia…
ü  Ayúdame cuando me crea o me sienta sólo/a.
GRACIAS…
PERDÓN…
AYÚDANOS…
Te repito estas palabras, no sólo en mi nombre propio, sino en el de cuanto en esta noche no se acuerden de decírtelas o no te las quieran dirigir…
(Fuente: “Revista Orar”)

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