jueves, 7 de noviembre de 2013

BIOGRAFÍA DEL BEATO FRANCISCO PALAU Y QUER (Fundador de las Carmelitas Misioneras)

Francisco Palau y Quer nació en  Aytona, Lérida el 29 de diciembre de 1811; de familia pobre, campesina, pero arraigada tradición cristiana. En 1828 ingresó en el seminario de Lérida donde estudió tres cursos de filosofía y uno de teología. Improvisadamente, sin que se hayan clarificado todavía los motivos personales, cambió el seminario diocesano por el seminario carmelitano teresiano de Barcelona donde ingresó  el 23 de octubre de 1832. Allí mismo, vestía el hábito el 14 de noviembre, y el 15 de noviembre del siguiente año hacía su profesión religiosa e iniciaba una nueva andadura que iba a marcar todos sus pasos hasta la muerte.

En Barcelona se encontraba cursando los estudios de teología, cuando, en la noche del 25 de julio de 1835, fue asaltado el convento por las turbas revolucionarias y anticlericales. Junto con otros hermanos de hábito, logró escapar a una muerte segura. Era el final de la vida de comunidad, ya que en marzo de 1836 el gobierno de Mendizábal decretaba la exclaustración de todos los religiosos de España, a la que habían precedido otros decretos desamortizadores de todas sus posesiones. En este clima de persecución a las Órdenes Religiosas se ordenó de sacerdote en Barbastro el día 2 de abril de 1836, pasando a la jurisdicción de los obispos como miembro del clero “secular”. Nunca volvería a pisar un claustro carmelitano.

 Después de su ordenación sacerdotal y tras dedicar un breve tiempo a la acción evangelizadora como “misionero apostólico” en las diócesis catalanas, optó por  exiliarse a Francia al concluir la guerra carlista en julio de 1840, sin haber militado activamente en el ejército de D. Carlos, como se había dicho frecuentemente. En el país vecino pudo iniciar una serie de experiencias apostólicas en la diócesis de Perpignan primero y luego en Montauban, al tiempo que, con un grupo de discípulos llevaba una vida
rigurosa solitaria, calcada en la tradición eremítica del Carmelo. En esos años se fragua también el germen de una asociación de mujeres contemplativas que con el tiempo se transformaría en una congregación religiosa. 
Vuelto a España definitivamente en 1851 e incardinado en la diócesis de Barcelona, en la Parroquia de San Agustín dio vida a la "Escuela de la virtud", institución catequética en la que todas las tardes de todos los domingos del año era presentado a un numeroso público de todas las clases sociales un curso sistemático de religión para adultos. El método era innovador y eficaz ya  que armonizaba la exposición magisterial presentada por un teólogo con la participación activa de los oyentes. Inesperadamente por supuestas implicaciones políticas y una cierta participación en los estudios laborales y callejeros, fue suprimida violentamente por la autoridad militar de Barcelona en Marzo de 1854. Se hundía, para no renacer, una de las experiencias más positivas en el campo de la catequética para las masas que se aglomeraban en torno a los grandes centros fabriles. 

El Padre Palau protestó ante las autoridades civiles y militares por la injerencia del poder secular en asuntos netamente religiosos y eclesiásticos, agravando más su situación personal. Como consecuencia fue desterrado y Ibiza, allí estuvo con breves  ausencias,  hasta 1860.  En Ibiza se sentía como león enjaulado añorando el quehacer apostólico de la gran capital; pero compensaba su desaliento con la casi infinita soledad de un peñasco rocoso cerca de la costa conocido con el nombre de El Vedrá. Años de abandono, de desarraigo de amigos queridos. Noche oscura de fe. Pero en su interior iban madurando las grandes empresas del futuro. Se fraguaba su espíritu combativo. Redescubría místicamente a la Iglesia. La soledad de Ibiza ha generado la mayor fuerza creadora del Padre Palau, sólo en julio de 1860 se vio liberado del destierro por un real decreto de la Reina Isabel II, a quien había dirigido un precioso escrito demostrando su inocencia y pidiendo su libertad.


Desde esta fecha hasta su muerte, la actividad le desborda. Pero redime la externa inquietud, con momentos densos de ocio contemplativo en las cuevas de Santa Cruz de Horta (Barcelona) y en la roca inhóspita de El Vedrá, en Ibiza. Embarcado en este múltiple quehacer le encontró la muerte en Tarragona el 20 de marzo de 1872. (D. de Pablo Maroto, ocd)

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