lunes, 4 de marzo de 2013

María Eugenia nos comparte la vivencia de su Primera Profesión

Con gran gozo, y llena de paz, comparto la alegría que viví el 14 de febrero, día de mi Primera Profesión Religiosa, en nuestra hermosa familia.

Por gracia de Dios, pude compartir esta fiesta con varias de nuestras hermanas, familiares y amigos de siempre y con toda la comunidad parroquial y diocesana de Mar del Plata.

La ceremonia la presidió Fray Mariano Liébana, op, que es mi director espiritual, y quien me ha acompañado mucho en esta etapa de noviciado, también estuvieron presentes varios sacerdotes de Mar del Plata, y mi párroco de Coronel Suárez.


Realmente ese día pude experimentar el amor y la confirmación del Padre Bueno, que un día me eligió y llamó, a estar con El, y entregarle la vida, “todo lo que soy, lo que tengo y quiero”, si bien estaba con “expectativa y hasta un poco de nervios”, en el momento que comenzó la Eucaristía, me sentí totalmente en manos de Dios, me invadió una gran paz, y una alegría difícil de explicar con palabras, pero que todos ustedes bien comprenderán, y una certeza profunda de este querer de Dios, de consagrarme a El y a los hermanos, y de recepcionar su gracia, que se da como el El quiere y cuando
quiere, pero que siempre hace todo para  bien de los que ama.

Solo puedo ahora dar gracias a Dios, por haberme llamado, por darme la gracia de responderle, por todas las personas que me acompañaron y acompañan en este camino vocacional, a cada una de las hermanas que estuvieron ese día, por todo lo que hicieron para que sea realmente una fiesta, las que estuvieron en los días previos, trabajando sin parar, para que yo estuviera tranquila, y continuara con “mi preparación”, realmente sentí y vi, que esta era una gran familia, en la que se comparte y se vive como propio lo de cada hermana, y eso fue muy lindo e importante para mí.  Agradecer también a la comunidad parroquial, por todo lo que colaboraron con las hermanas, por todas las muestras de cariño para conmigo, y con cada hermana que está, o pasa por la comunidad.

Un agradecimiento más que especial a mi Comunidad, que aunque es “pequeña” en número, fue una gran comunidad para mí, para aprender cada día a vivir la fraternidad, la entrega, la oración, a tener ejemplos concretos y cercanos de personas que buscan encarnar y vivir este carisma de Carmelitas Misioneras, con fidelidad y generosidad, por todo lo compartido en estos dos años y en éste último tiempo de preparación para la Profesión, para poder hacerlo con realismo y radicalidad, consciente plenamente de lo que es asumir los votos, decirle sí al Señor, vivir la consagración como entrega definitiva al Dios que nos ama e invita a amar desde El a todos nuestros hermanos.

Feliz y orgullosa de ser parte de las Carmelitas Misioneras, de sentirme toda de Jesús, les dejo un gran abrazo  y les agradezco a todas las hermanas, las que estuvieron presentes físicamente, las que lo hicieron a través de la oración, de los saludos, a todas muchísimas gracias, y que el Señor nos siga acompañando y guiando cada día.

Hasta cada Eucaristía,
María Eugenia de Jesús Hall, cm.

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