domingo, 17 de abril de 2016

Comentario al Evangelio del Domingo IV de Pascua


Queridos hermanos:

Este domingo es el del Buen Pastor y el breve texto de Juan, debería servirnos en nuestras comunidades para centrarnos en lo que significa ser “Pastor”. Jesús es el verdadero Pastor de la comunidad, que está en constante relación con el Padre: “Yo y el Padre somos uno”, Él  conoce a las ovejas íntimamente y da la vida por ellas y ellas escuchan su voz: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”.

Los seguidores de Jesús son aquellos que escuchan su voz, aquellos que están unidos recibiendo su Palabra y su persona, por eso debemos de privilegiar nuestra relación personal con Él, sabiendo que nos conoce. Si no conocemos a Jesucristo, a través del encuentro personal en la Eucaristía, en la oración, en la interiorización del mensaje evangélico… será difícil creer, que Él nos conoce o nos
quiere reconocer como sus llamados, todo encuentro necesita de dos, dos que se quieran como el Padre y el Hijo. Este es el modelo del Buen Pastor.

El relato es claramente eclesial, la comunidad de los creyentes es el “rebaño” dado por el Padre al “Pastor” Jesús. Se afirma la autoridad que no es autoritarismo, sino que es amor y sirve desinteresadamente, va por delante haciendo lo que dice a los suyos y entregándose. No se afirma en el poder, se da en alimento, no se distancia para proteger su autoridad, se acerca y da la vida por sus “ovejas”. Nada de sentirse mediadores-tapones, de manipular las conciencias o de tener la última palabra. La manera de obrar del Maestro, debe convertirse en criterio de discernimiento.

Tengo un familiar que es pastor, bueno más que pastor tiene un montón de ovejas, la figura del pastor se va perdiendo, las cuida, les da de comer, las atiende cuando paren… y quizás es el que mejor ha entendido eso que dijo el Papa de: “pastores con olor a oveja”. Ya puede ducharse, echarse colonia, que sigue oliendo a oveja. ¿Los que llamamos pastores en la Iglesia a qué olemos? ¿Alcanfor, incienso, humo de las velas? Bromas aparte, no estaría mal oler a los orines de los ancianos que visitamos, a lapicero de colegio de niños, a sudor de obrero en las taberna, a lejía de limpiadora de escaleras. Lo que no podemos soportar es que cuando nosotros digamos: Dios, los más pequeños se huelan otra cosa, es cuestión de olfato y algunos lo tienen muy desarrollado.

No olvidemos que los pastores no somos sólo el Papa, los obispos, los sacerdotes, de alguna manera todos los agentes de evangelización en la Iglesia, son pastores: los catequistas, los voluntarios de Cáritas, los de la liturgia, los que preparan para los sacramentos, los que participan en los sindicatos y la política… Todos somos la imagen de la Iglesia para los que se acercan, pero como nos recuerda la primera lectura de los Hechos, también para los que no vienen. “Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles”. Dejó las noventa y nueve y se fue en busca de la perdida.

La forma de Jesús de entender el ser “Pastor” y la autoridad: el poder del amor hecho servicio, crea conflictos con los poderes de este mundo. Por eso cuando Jesús procura servir y generar conciencia de la dignidad de las personas, desenmascarando el poder que las oprime, llega la cruz. La autoridad surge de la debilidad del crucificado, que nosotros sabemos que es el resucitado. Esta es la prueba del algodón de nuestro ser pastores, escuchar su voz, e identificarnos con Él en un encuentro íntimo, profundo de conocimiento y amor y entregar la vida por aquellos que pastoreamos (tranquilos esto ocurre día a día, es un proceso).


Podríamos terminar con esta breve oración al Padre: “Padre, necesitamos buenos pastores, /que no piensen en sí;/que se consagren enteramente al servicio de sus hermanos./ Necesitamos buenos pastores, que atiendan con predilección/a las ovejas débiles, desvalidas y necesitadas;/ que hagan suyas sus necesidades, sus quejas y sus esperanzas./Necesitamos buenos pastores/que cuiden a las ovejas enfermas,/que pacifiquen a las enfrentadas y atraigan a las descarriadas./Necesitamos buenos pastores”. Amén.
(Autor:Julio César Rioja, cmf) 

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