domingo, 27 de agosto de 2017

Ser propiedad de Dios...


Dios, en el Antiguo Testamento refiere muchas veces a la Alianza hecha con su pueblo, de tal manera que hace de éste su "propiedad", somos su pueblo, su propiedad, somos suyos:
“…es preciso volver un momento a la institución de la Antigua Alianza entre Dios-Señor e Israel, representado por su jefe Moisés, tras la liberación de la esclavitud de Egipto. Los textos que nos hablan de ella indican claramente que la alianza establecida entonces no se reducía sólo a un pacto fundado sobre compromisos bilaterales: Dios-Señor es quien elige a Israel como su pueblo, de forma que el pueblo se convierte en su propiedad, mientras Él mismo será de ahora en adelante “su Dios”.
 
Por tanto, leemos: “Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra: serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19, 5). En el libro del Deuteronomio encontramos la repetición y la confirmación de lo que Dios proclama en el Éxodo. “Tú (Israel) eres un pueblo consagrado a Yahvé; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra” (Dt 7, 6; análogamente 26, 18). (Conviene notar que la expresión ‘segullah’ significa ‘tesoro personal del rey’).
 
3. Esta elección por parte de Dios brota total y exclusivamente de su amor: un amor del todo gratuito. Leemos: “No porque sean el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahvé de ustedes y los ha elegido, pues son el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que les tiene y por guardar el juramento hecho a sus padres, por eso los ha sacado Yahveh con mano fuerte y los ha librado de la casa de servidumbre” (Dt 7, 7-8). Lo mismo expresa con lenguaje imaginativo el Libro del Éxodo: “Ya han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a ustedes  los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí” (Ex 19, 4).
 
Dios actúa por amor gratuito. Este amor vincula a Israel con Dios-Señor de modo especial y excepcional. Por él Israel se ha convertido en propiedad de Dios. Pero este amor exige la reciprocidad, y por tanto una respuesta de amor por parte de Israel: “Amarás a Yahvé tu Dios” (Dt 6, 5).
 
4. Así, en la Alianza nace un nuevo pueblo, que es el Pueblo de Dios. Ser “propiedad” de Dios-Señor quiere decir estar “consagrado” a Él, ser un “pueblo santo”. Y lo que, por intermedio de Moisés, Dios-Señor hace saber a toda la comunidad de los israelitas: “Sed santos, porque Yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 2). Con la misma elección Dios se da a su pueblo en lo que le es más propio, la santidad, y la pide a Israel como cualidad de vida.
 
Como pueblo “consagrado” a Dios, Israel está llamado a ser un “pueblo de sacerdotes”: “Vosotros seréis llamados ‘sacerdotes de Yahvé’, ‘ministros de nuestro Dios se os llamará’ ” (Is 61, 6). 
(De la Audiencia General de Juan Pablo II, miércoles 16 de agosto 1989)

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