En el capítulo 27
de su libro “Camino de Perfección” Teresa comienza a glosar la oración del
Padre Nuestro. Su comentario es un verdadero coloquio vivo y amoroso con el
Señor del que solo sale para interpelar a sus hijas.
Valora en primer
término, el que Cristo nos muestre a su Padre como “nuestro”. Sólo ese
descubrimiento merecería ya nuestra entrega incondicional.
PADRE NUESTRO, QUE ESTÁS EN LOS CIELOSOh, Señor, ¡Cómo os mostráis Padre de tal Hijo y cómo se muestra vuestro Hijo, hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás, oh Señor mío! ¿Cómo dais tanto junto en la primera palabra? ¿Cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis nos tenga por hijos? Y, como a donde está Dios, allí es el cielo, y es ansí que tenemos el cielo dentro de nosotros, pues el Señor de él lo está, ¡Tratemos con Él como con Padre, pidamosle como a Padre…!
Entrando ya a
comentar la segunda petición, entiende la Santa que, para que podamos
santificar el nombre
de Dios, es necesario que venga primero a nosotros su
reino. Y lo propio de ese Reino, que gozan los que allá viven, es dedicarse a
la alabanza y al amor de Dios.SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, VENGA TU REINO A NOSOTROSVio su Majestad que no podíamos santificar ni alabar su nombre si no nos proveía con darnos acá su Reino.¡Oh dichosa demanda que tanto bien pedimos en ella sin entenderlo! ¡dichosa manera de pedir!
Para
saber lo que Dios da, esto es, su Voluntad, basta mirar lo que dio a quien más
amaba –dice Teresa ya en la tercera petición- A su Hijo le dio la cruz, de
forma que según sea nuestro amor a Dios será la cruz que cargue sobre nosotros.
HÁGASE SU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELOBien hicisteis buen Maestro y Señor mío de pedir la petición pasada para poder cumplir lo que, si así no fuera, imposible me parece.Más haciendo vuestro Padre lo que vos le pedisteis de darnos acá su Reino – hecha la tierra cielo- será posible hacerse en mí vuestra voluntad.¡Bueno estuviera yo, si estuviese en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no!¡Cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad, de todos los modos y maneras, que vos, Señor mío, quisiereis! Viendo el Buen Jesús qué dificultosa cosa era ésta de hacerse tu voluntad, pensó un medio admirable, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió ésta petición:
Dado lo difícil
que le será siempre al hombre “cumplir la voluntad” de su Dios, éste necesita
de un fuerte alimento. La Santa lo encuentra en la Eucaristía. En ese Pan que pedimos
nos conceda Dios día tras día. Sobre la necesidad que tenemos de ese Pan, sobre
la presencia real de Jesús en Él, sobre cómo habernos después de comulgar,
tratan los capítulos 33 al 35 del “Camino de Perfección”.
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA DÁNOSLE HOYY determinó de quedarse con nosotros en el Santísimo Sacramento. Pues ¿qué he de hacer, Creador mío, sino presentaros éste Pan Sacratísimo y, aunque nos lo diste, tornároslo a dar y ofrecer muchas veces?
La quinta petición
la inicia la Santa convencida de que, recibida la Eucaristía está ya dispuesto
el cristiano a dar a Dios cuanto éste le pida, incluso algo tan costoso y
difícil como perdonar a sus enemigos.
PERDÓNANOS COMO NOSOTROS PERDONAMOS¡Oh, por amor de Dios! Que vendremos a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos unas naderías que ni tienen que ver con agravios, y, como quien hemos hecho algo, vendremos a que nos perdone el Padre, pues hemos perdonado! ¡Dadnos, mi Dios, a entender que no nos entendemos y que venimos a esta petición vacías las manos y perdonadnos Vos, por sola vuestra Misericordia!
Con motivo de
hablarnos de las tentaciones y peligros de que habla la petición siguiente, la
Madre nos pone en guardia ante el verdadero peligro que puede acechar a quien
tiene vida de oración: la falta de humildad. El pensar que se tiene ya virtud y
como que el Señor debe estar agradecido a nuestros servicios.
NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
Padre eterno ¿qué hemos de hacer sino acudir a Vos y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos.
Finalmente, antes
de concluir su exposición, confiesa la Santa su sorpresa de haber descubierto
en esta oración del Padrenuestro una riqueza tan abundante, que podría hacer
gran provecho a los que tan a menudo lo rezan, si lo rezasen bien.
Y LÍBRANOS DEL MAL. AMÉN
Líbrame, Señor, de esta sombra de muerte, de tantos trabajos, de tantos dolores, de tantas mudanzas, de tatos cumplimientos, de tantas cosas que me cansan y fatigan…¡Oh, Señor, líbrame ya de todo mal y sé servido de llevarme a donde están todos los bienes!
(Fuente:
Revista ORAR, Nro 4, “Orar con Teresa de Jesús”)
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