sábado, 10 de junio de 2017

La Ssma Trinidad en el pensamiento de Sor Isabel de la Trinidad (carmelita)


Así pensaba Isabel de la Trinidad cuando pensaba en la presencia divina del Dios Trino que la invadía misteriosamente:

“Esta fiesta de los Tres es la mía por excelencia. No encuentro otra que la iguale. Es una fiesta de silencio y adoración. En este gran Misterio te cito para vernos, para que sea nuestro centro, nuestra morada”(A su hermana, junio 1902)
“Mi alma es llevada ante la gran visión del Misterio de los misterios, a esa Trinidad que desde aquí abajo es nuestro claustro, nuestra morada, el Infinito donde podemos movernos a través de todas las cosas.
Estoy leyendo en estos momentos unas hermosas páginas de nuestro padre San Juan de la Cruz sobre la transformación del alma en las Tres Divinas Personas. Señor Abad, ¡A qué abismo de gloria estamos llamados! ¡Oh, ahora comprendo el silencio y recogimiento de los santos que no acertaban a salir de su contemplación! Por eso podía Dios llevar las almas hasta las cimas divinas en que se consuma la Unión entre Él y el alma hecha esposa en el sentido místico de la palabra.
Dice nuestro bienaventurado padre que cuando el Espíritu Santo “muy subidamente levanta el alma, la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre  aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspira en el Padre y el Hijo en la misma transformación, para unirla consigo.” (Cántico, cn. 39,3) 
Pensar que Dios nos llama por nuestra vocación, a vivir ante esas claridades santas ¡qué misterio adorable de caridad! Quisiera responder a esa invitación pasando por la tierra como la Santísima Virgen guardando todas esas cosas en mi corazón (cf Lc 2, 19), hasta sepultarme por así decir, en el fondo de mi alma para perderme en la Santísima Trinidad  que allí mora, para transformarme en ella. Sólo entonces mi divisa, “mi ideal luminoso”, como usted me lo repite, será una realidad: sólo entonces seré Isabel de la Trinidad” (28 Noviembre, 1903)

“En el cielo de nuestra alma, seamos alabanzas de gloria de la Santísima Trinidad, alabanzas de amor de nuestra Madre Inmaculada (Verano 1906)

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